Reía entre dientes, como un lobo cruel, cuando inclinó la cabeza para
encender el último cigarrillo. Los libros gastan ese tipo de bromas, se dijo. Y
cada cual tiene el diablo que merece.
Arturo Pérez-Reverte
-Are we negotiating?
-Always
The Devil's Advocate
-Quiero
saber cuál es tu secreto… – inquirió el Doctor, cómodamente sentado en
la sala de aquella finca amueblada muy al estilo de la década de 1960.
La pregunta era poco inocente. Mi mente, de forma inmediata se retrotrajo a las actividades de aquellos últimos días tratando de comprender las posibles represalias de negarme a hablar. Antes de poder articular palabra, el Doctor, ya entrado en años, agregó:
La pregunta era poco inocente. Mi mente, de forma inmediata se retrotrajo a las actividades de aquellos últimos días tratando de comprender las posibles represalias de negarme a hablar. Antes de poder articular palabra, el Doctor, ya entrado en años, agregó:
-Ya
sabemos que tiene que ver con la magia africana… Quiero que me des la
Regla Konga (aludiendo al Palo Monte cubano)… A cambio te pagaré un
viaje a los Estados Unidos. Pero quiero que me enseñes ese secreto,
porque hasta ahora nadie pudo vencerte, y yo sé que ese es tu As bajo la
manga.
Mi cara permaneció imperturbable por unos pocos instantes, debía reaccionar para evitar un altercado. Por lo cual sonreí, y definitivamente mentí:
-Es algo posible… -afirmé sabiendo que jamás otorgaría algo así al Doctor.
-Imagino
que requerirá que vuelvas a Lima, esta vez sólo, y que me inicies,
necesito es poder… - y su expresión era la de alguien que, en medio de
un delirio, cree que su receptor posee algo invaluable.
El Doctor es un personaje pintoresco. Un self made man dentro de las órdenes iniciáticas, que, a costa de dinero adquirió una “respetable” posición. Toda su postura, notoriamente ensayada hasta el ultimo detalle, me remitía sin dudas al personaje Adrian Marcato, del filme de Polanski, El Bebe de Rosemary. Siempre vestido de negro, las cejas puntiagudas (evidentemente producto de su make up), su actitud aparentemente fría y calculadora, y su club exclusivo para empleados públicos, miembros del Poder Judicial, Militares de alto rango (exitoso sin dudas, quien diría que iba a llegar tan lejos). Sumado a ello, jóvenes políticos, jóvenes prometedores intelectualmente. Todos pagando un alto coste económico para pertenecer a aquella Masonería de baja calidad (los rituales realmente no eran buenos, y contenían errores muy evidentes que delataban la falta de formación). Aquella música militar toando en el vestíbulo, daba un aire de fascismo tercermundista, ese del que gente como yo (formado en Humanidades), rehuíamos y combatíamos. El colmo de esto fue, cuando les ví hacerse la venia militar en ciertas ocasiones, en lugar de signos masónicos.
Siempre me pareció realmente graciosa su frase más frecuente: “Yo desayuno a diario con Lucifer”, ante la cual los ateos o agnósticos francmasones sumaban al éxito aparente en las finanzas, y llegaban a dudar sobre un real pacto con las fuerzas de la oscuridad.
Y así, a fuerza de dólares, excelente publicidad y actitudes cuasi mafiosas, el Doctor era uno de los sujetos más temidos en el ámbito esotérico limeño. Pero, como no existe crimen perfecto, un exceso de confianza ya me había permitido vislumbrar algunos detalles. Entrar a la oficina privada de alguien siempre es revelador, cajas con medicación antihipertensiva, que ocultó lo antes posible, medicina de hierbas para el corazón y la memoria, menciones masónicas más parecidas a condecoraciones del Ejército, souvenirs obsequiados por sus propias logias, y muestras sumamente rápidas de cartas de formato genérico del Gran Oriente de Francia, no eran suficientes para impresionarme.
-Si me das la Regla Konga nadie podrá derribar a la Gran Logia… y a cambio de ello, tú y yo seremos los únicos referentes en el continente… Ya sabes Hermanito que, hablar de nuestro Rito en Sudamérica es sinónimo de ti y de mí.
-Ello
requerirá organización y algunos rituales importantes que deberán
realizarse en una finca como esta. –Señalé con un tono casi ensayado de
seriedad.
-Dime que hace falta, yo quiero el secreto que hace que no puedan derribarte… -Señaló en un tono bastante imperativo.
Mi mente de forma automática reaccionó ante la inminente ruptura. Una vez hecha una transmisión como aquella, yo mismo seria material descartable. Quien te habla basura de sus pasados aliados, la hablará de ti con los próximos. Todos aquellos viajes y caprichos habían sido una inversión. Por algún motivo el Doctor creía que ser iniciado en el Palo Monte le daría una suerte de impunidad, que en realidad ya poseía a través del dinero y los contactos. Desde el primer viaje a Lima sus estrategias habían sido muy evidentes, prohibición de que cualquier miembro de su institución me hablara (solo algunos podían tener contacto conmigo), literalmente ví como apartaban de forma casi grosera a “Hermanos” que mantenían un diálogo no autorizado conmigo; distractores económicos, tales como excursiones, paseos, caros restaurantes… Intentos de alimentar mi ego, permitiéndome dar conferencias a grupos restringidos de su institución, lo suficientemente adoctrinados como para que, ante mi vista fuera notorio. Aun el factor sexual estuvo presente cuando me sugirió la admiración de uno de sus más atractivos jóvenes miembros. He aquí la clave, yo no creo en el diablo, y él creía que yo creía en el Príncipe de las Tinieblas. Tampoco creo en los desayunos con Lucifer, esa escena me causaba mucha risa, a mi mente venía la adaptación fílmica de la obra de Truman Capote, “Desayuno en Tiffany´s”, sólo que en lugar del protagonista masculino, allí estaba Al Pacino, caracterizado para el filme “El abogado del Diablo”.
-Bien… -dije en un tono conciliador.-A mi regreso a Uruguay podemos fijar las fechas y organizar todo lo necesario.
-Eso
me satisface –señaló como quien resta importancia.-Pronto iremos a los
Estados Unidos… prepárate. A propósito, tienes VISA americana?
El comentario me sonó a un sutil acto vinculado a subestimarme.
El comentario me sonó a un sutil acto vinculado a subestimarme.
-Tengo
Visa vigente y he estado en los Estados Unidos antes,
Doctor.-Usualmente le llamaba “Serenísimo”, solamente para fomentar su
ego y mantenerle convencido de mi supuesta admiración.
-Sabes cuál es tu error? –Dijo simulando un comentario casual.
-Cuál de todos Serenísimo?-repliqué, ya tenía hambre y esta charla podría extenderse por horas.
-Cuánto cobras por elevar a un Hermano de tu Orden al Grado 33°?
-Nada
Serenísimo, ni un centavo –Y vino a mi memoria el hecho de que pocas
semanas antes había conferido el máximo Grado del Rito Escocés Antiguo y
Aceptado a un Hermano argentino. Supe que aludía a ello, sin dudas.
-Pues,
déjame decirte que tal como establece la Ley de Oferta y demanda, estás
depreciando el valor del Grado. Aquí cuesta entre 7000 y 1000 dólares.
–Esto último casi en susurro, como quien no quiere que algun micrófono
del Mossad registrara aquello.
-Entiendo
el punto, Serenísimo. Es que mis más altos Grados me fueron dados sin
pedirme un centavo, y recree el día aquel en Santiago de Chile en que
aquel regordete “Hierofante”, venido en un vuelo desde Paris, me había
dado los máximos Grados de la Masonería Egipcia.
-Perfecto
entonces –cambió rápidamente el tema- pero… Me darás la totalidad de
la… Regla Konga entonces?-Esto último dicho nuevamente en un tono más
bajo, como quien desea y reafirma el secreto y gravedad del acuerdo.
-Sin
dudas, Doctor. Cuente con ello. –Mentí descaradamente. Pensé en ese
momento en mi extraña habilidad para caer en este tipo de enredos. Esto
terminaría en un conflicto y en difamaciones, vaya a saber de qué tipo.
Efectivamente, el tiempo me dio la razón. Pero lo que no se puede
mensurar en dinero, no puede venderse. Nacido en una familia
afropracticante, jamás iría en contra de los preceptos de mis Naciones
afroamericanas.
-Hoy
volveremos a Lima, y tendrás descanso hasta mañana en la noche. Mañana
te enseñare mi Arte y mi conocimiento de los Arcana Arcanorum, como
muestra de confianza y reciprocidad. En tu próxima venida, las ngangas
estarán en un cuarto oculto en el Edificio de la Gran Logia.
Yo
conocía claramente el origen del Doctor en las Ordenes iniciáticas, y
estaba muy seguro de su total ignorancia de los Secretos a los que hacía
alusión. También sabía cómo, a quién y a qué precio había comprado las
Órdenes que ahora poseía. Motivado por un puro afán lúdico, pregunté:
-Supongo
que estás al tanto de las técnicas para la construcción del Akh, tal
como heredamos de los Misterios Egipcios, así como las Operaciones
Alquímicas que le acompañan.
Su
rostro reflejo por muy breves instantes la sorpresa e ignorancia, Era
simplemente verificar lo evidente. Y me pegunte, como muchas otras
veces, qué clase de contactos tendría con el Gran Oriente de Francia
para que le hubieran habilitado una Carta Patente, o… cuánto dinero (en
su suma total) había tenido que desembolsar… También intuí que clase de
trampa estaba planificando. Era evidente que, no deseaba que la
Masonería Egipcia en el continente estuviese asociada a nosotros dos, él
deseaba ser “El Rey del Mundo”, como decía Guenon. Tarde o temprano
esto sucedería, pero mi As en la manga no era la Regla Konga, sino mi
real desinterés por la publicidad y el hecho de que poco me importan las
difamaciones.
-Por supuesto que sí “Muy Sublime”, pero verás que yo soy más del Arte, de la antigua brujería. –El acento sobre la expresión “Muy Sublime” fue más que suficiente para notar su bien disimulada molestia. Casi pude leer sus pensamientos diciéndome “-Eres un impertinente, esto te costará caro.”
Durante el regreso a Lima desde la finca, observé el paisaje y pensé, bueno bello Perú pasará tiempo antes de que vuelva a disfrutar del bellísimo Océano Pacífico que, se expresa de manera única en tus costas. Por otro lado me intrigaba qué clase de Ritual presenciaría la noche siguiente, y si resistiría mi postura conciliadora y diplomática aquello.
La
noche en el hotel no fue buena, pensé mucho más de lo que deseaba en
toda la implicancia de aquellas visitas reiteradas a Lima. Siempre
vigilado, siempre ajustado a una agenda molesta, y por supuesto,
confiriendo grados y calidades bastante exclusivos. Siempre la velada
homofobia (“Soy Doctor, para mí es lo mismo que tengas sexo con un perro
que con otro hobre.”). Ahora sabía que me estaban pidiendo mi
“secreto”, mi “arma infalible” (al menos sus delirios les hacían creer
eso). Acaso el Doctor realmente creía que iba a conferirle una Tradición
milenaria y Sagrada así como así? Además de causarme mucha risa el
hecho de que no poseo tal cosa como un conocimiento mágico equivalente a
una ojiva nuclear. Lo surreal de la situación hizo que me durmiera
entre sonrisas, y que durante los sueños variopintas escenas me
visitaran.
Sobre
el amanecer llegue a mi epifanía personal, éste era el momento que
había estado esperando. Las organizaciones y grupos fraternales ya me
habían cansado. La constante especulación en torno a un supuesto “poder”
era ya hartante. Aquella macumba dieciochesca, al decir de Umberto Eco,
honestamente me había hecho alcanzar el límite de la paciencia. Saldría
de ese embrollo, y sabía también dónde tratarían de herirme, con mucha
pericia durante años, simulé mostrar mi talón de Aquiles, talón
bipartito: -las difamaciones anónimas en la internet –que realmente me
hacían reír muchísimo-, y mi presunta locura. Para un asiduo lector de
Michel Foucault como yo, aquello era la gloria, la locura es, sin duda
alguna, la mejor muestra de censura contra aquellos a quienes no se
puede manejar.
Eran
muchos años soportando la homofobia (este maricón jamás pisará nuestra
Logia), descalificaciones étnicas (Ustedes se mataban mutuamente y
sacrificaban seres humanos hasta que llegamos nosotros), intelectuales
(Y Usted es Profesor?). Honestamente, siempre había sido un juego para
mí, ya que a pesar de todo ello, había alcanzado los más altos grados en
diversas órdenes de la Tradición Esotérica y Ocultista Occidental. Un
simple Profesor de Historia de Uruguay; visto en perspectiva era
realmente inusual y excepcional, sumado a mi corta edad de acuerdo a los
cánones de este tipo de organizaciones. Nobleza obliga, gran parte de
los 20 años en la Masonería, había estado cautivado por la Institución,
todo hasta descubrir su m{as sagrado secreto: no posee ningún secreto,
ninguna epifanía, ninguna cosa más que su autoproclamado prestigio. En
lo particular, aun trabajo, de forma muy discreta en lo único que
encontré en el mundo del ocultismo que realmente tiene substancia –y que
obviamente no mencionaré aquí-. Juegos de la burguesía ávida de poder y
sedienta de prestigio, elaborados rituales sin demasiado ningún
sentido, delirio colectivo, todo ello bajo una clara agenda
imperialista, en su momento inglesa, en otros francesa. Otras corrientes
ocultistas que muchos creen desaparecidas (afortunadamente), realmente
poseen substancia, y valen la pena el esfuerzo.
En
medio de tales reflexiones, pensando y fantaseando con diferentes
escenarios, elaboré una estrategia clara a aplicar: una supuesta
demencia. Esa sería la más efectiva forma de deslindarme, de que ya no
me molestaran más. Un loco no sabe que ha perdido la razón, por lo cual
la prístina conciencia de mi demencia es razón suficiente para
finiquitar el debate.
El teléfono de la habitación del Hotel sonó repetidas veces, una indolente recepcionista me dijo: “El Doctor le solicita absoluta puntualidad a las 22 horas en el domicilio por Usted conocido. Debe portar vestimenta negra y demás paramentos.” Agradecí, y preparé mi túnica negra, mi mandil, collarines, joyas y demás aditamentos masónicos… al fin vería aquellos misteriosos Arcana Arcanorum. El Secreto de los Secretos, la Llave Maestra, la Clave para la Vida Eterna.
El teléfono de la habitación del Hotel sonó repetidas veces, una indolente recepcionista me dijo: “El Doctor le solicita absoluta puntualidad a las 22 horas en el domicilio por Usted conocido. Debe portar vestimenta negra y demás paramentos.” Agradecí, y preparé mi túnica negra, mi mandil, collarines, joyas y demás aditamentos masónicos… al fin vería aquellos misteriosos Arcana Arcanorum. El Secreto de los Secretos, la Llave Maestra, la Clave para la Vida Eterna.
Organicé
mi portafolios con todo ello, y salí del Hotel. El taxi no demoró en
llegar, y confieso que cierto nerviosismo me invadió. Uno jamás conoce
los
límites del otro, sobre todo ante el afán de poder, y más peligroso aún, el afán de demostrar poder.
límites del otro, sobre todo ante el afán de poder, y más peligroso aún, el afán de demostrar poder.
El
Edificio de la Gran Logia estaba cerrado y con la iluminación más baja
que de costumbre. Atravesé el Portón de hierro finamente trabajado, y
golpee la pesada puerta de madera, de la forma acostumbrada. Luego de
unos instantes, obviamente muy bien calculados para generar expectativa,
la puerta se abrió sin dejar ver a la persona que me daba la
bienvenida. Luego de entrar descubrí que era un “Hermano” de los Altos
Grados intentando disimular su identidad bajo la túnica negra y la
capucha correspondiente. Se me requirió vestir mi túnica del mismo
estilo, sobre el traje negro, y ornamentarme con el mandil y collarín de
mi más alto grado. Aquello ya era per se, diferente a la dinámica de
los tan codiciados Arcana Arcanórum.
Un
cortinado negro cubría ahora el vestíbulo anterior a donde funcionaba
el Templo de la Logia Masónica. Ricas y costosas telas y colgaduras
negras adornaban el sitio, que apenas vislumbraba a luz de vela, -y que
por cierta coquetería mi falta de anteojos en la ocasión poco ayudaba-.
Estuve
de pie un largo lapso de tiempo, o eso me pareció. Se escuchaban pasos y
murmullos que, evidentemente eran la preparación para tan excelso
Ritual. Una mezcla de aburrimiento, desidia, risa y preocupación me
embargaron en aquella antecámara. Frente a qué me encontraba? En muchas
ocasiones me remitía a responder con un “Sí”, o a cambiar
disimuladamente el tema de las charlas, porque el Doctor parecía
desvariar hablando en una supuesta clave, sobre conspiraciones que
incluían al Opus Dei, el Sendero Luminoso, el Mossad y la C.I.A.
Pasado
el tiempo de espera, y en una densa penumbra, acompañada de una fuerte
humareda producida por la combustión de mirra de alta calidad, que
otorgaban al sitio un halo misterioso, hasta llegué a pensar que tal vez
recibiría una grata sorpresa y que me había equivocado en juzgar al
Doctor. Mientras me hallaba totalmente inmerso en estas reflexiones, se
presentó -totalmente cubierta por su túnica y capuchas negras- una
Hermana de menudas proporciones, en la que automáticamente reconocí a la
amante del Doctor –quien supuestamente trabajaba para una reconocida
empresa de software, pero que siempre estaba al lado de él-. No pude
evitar sonreír al recordar el episodio en la Oficina con los
betabloqueantes que rápidamente él había apartado de mi vista. Sin
erecciones, obviamente las ambiciones de una joven amante pasaban por
otros carriles.
Casi
balbuceando y por medio de gestos me invitó a pasar al “Santuario”.
Debo admitir que la sincronización estaba casi perfectamente calculada.
Ni bien di el primer paso en el recinto, de forma estrepitosa, los
mecanismos de audio dejaron sonar en alto volumen “Carmina Burana”
–Demasiado obvio pensé. Con mi capucha cubriendo mi rostro, suspiré
antes de poder ver el panorama que me esperaba.
Menuda ambientación y escenario! Digno de un Show televisivo.
Menuda ambientación y escenario! Digno de un Show televisivo.
Un
muy acertado y calculado sistema de iluminación, dejaba el recinto en
penumbras, solamente destacando en el centro del mismo, una larga mesa
cubierta por un mantel negro, y sobre éste siete candelas de gran
tamaño, obviamente, de color negro. Era visible también un bowl de fina
hechura, y un lujoso cáliz. Ambos evidentemente de plata.
Las
pocas personas en el Recinto vestían el mismo tipo de túnica y
permanecían con sus cabezas cubiertas, mientras Carmina Burana seguía
repicando en los altavoces. Ya era más que suficiente para lograr el
efecto, pero parecía que debían insistir y dejarlo más que claro.
Finalmente –por fortuna- la música se detuvo. Del otro lado del Recinto estaba el Doctor, ataviado como los demás –aunque su túnica algunas tallas más pequeñas de lo debido, le daban un aspecto muy gracioso-, y yo, ya estaba bastante harto de una puesta en escena tan efectista, que decidí quitarme la capucha. “A la mierda si les molesta!” –pensé, pues ya no me importaba. Lo poco que se veía del rostro del Doctor le mostraba en un estado de concentración, casi de trance, un éxtasis delirante. Tenía una serie de papeles en su mano izquierda, y haciendo uso de un disimulado micrófono, se dirigió frente a un trono, cubierto de colgaduras negras. Hizo una reverencia, que le costó un tanto, y pensé: “Los años le están pasando factura.”
Finalmente –por fortuna- la música se detuvo. Del otro lado del Recinto estaba el Doctor, ataviado como los demás –aunque su túnica algunas tallas más pequeñas de lo debido, le daban un aspecto muy gracioso-, y yo, ya estaba bastante harto de una puesta en escena tan efectista, que decidí quitarme la capucha. “A la mierda si les molesta!” –pensé, pues ya no me importaba. Lo poco que se veía del rostro del Doctor le mostraba en un estado de concentración, casi de trance, un éxtasis delirante. Tenía una serie de papeles en su mano izquierda, y haciendo uso de un disimulado micrófono, se dirigió frente a un trono, cubierto de colgaduras negras. Hizo una reverencia, que le costó un tanto, y pensé: “Los años le están pasando factura.”
Y
en ese momento, casi postrado frente al Trono, comenzó unas
extensísimas letanías para invocar… nada menos que a Lilith. Letanías
leídas sin emociones, sin demasiada cadencia, más por compromiso que por
real convicción. Aburridas menciones al infierno, reiteradas frases.
Por los diferentes cuadrantes del Recinto realizó la misma operación
–mientas ya me encontraba harto de estar allí de pie-, hasta que, con
una expresión y tono bastante sobreactuados, exclamó:
-Lilith
mi madre, se halla entre nosotros, y complacida está con este
encuentro. De sus senos he bebido el dulce elixir de la Vida Eterna!!!!
Y
dejó que transcurrieran un par de minutos para enfatizar lo dramático
de la situación. Momentos en los cuales no pude evitar imaginarme al
Doctor siendo amamantado por Lilith, lo cual me robo una poco disimulada
sonrisa.
Todos
los presentes se mantuvieron inmóviles, como si una sola falta, les
condenara al castigo eterno. Observé el trono, estratégicamente
iluminado, y como es de imaginar, jamás ví a Lilith, ni a nadie. Sólo
veía al Doctor fingir una suerte de emoción, como si realmente estuviese
reencontrándose con su madre. Se dirigió solemnemente al Altar ubicado
al centro del Templo (¿?) y encendió cada una de las siete bujías. Todos
formaron un circulo alrededor del Altar y me invitaron a acercarme.
Había
dentro del bowl hostias católicas, y vino en el Cáliz. Era una escena
digna de un film de humor bizarro dirigido por Alex de la Iglesia. Qué
era aquello? Satanismo? Neo Luciferismo? Luciferianismo? Qué le había
hecho pensar al Doctor que yo comulgaría con una práctica de ese tipo?
Es decir, siempre he sido muy curioso, y había observado alguna que otra
otra Misa Negra… pero no soy Satanista.
Ahora
entendía muchas cosas, y mientras me encontraba absorto en ello, la voz
del Doctor dirigiéndose a mí en aquel lugar me sobresaltó, era un
suceso totalmente inesperado.
-Nuestro Hermano visitante, Iniciado en nuestro Arte y Antiguo Oficio, hará que se presente ante nosotros nuestro Excelso Rey… -Y me miró, en parte desafiante, y en parte absorto en su delirio.
-Nuestro Hermano visitante, Iniciado en nuestro Arte y Antiguo Oficio, hará que se presente ante nosotros nuestro Excelso Rey… -Y me miró, en parte desafiante, y en parte absorto en su delirio.
“Piensa,
piensa”, me repetía, mientras simulaba volver de un profundo trance de
contemplación y éxtasis. Y vinieron a mi mente, repentinamente unos
cantos que había leído años atrás mientras realizaba algunas
investigaciones sobre satanismo. Pensé por una fracción de segundo en
que si metía la pata, vaya a saber uno como lo resolvería. Pero estando
en la situación, ya no tenía otra opción… después de todo… Qué sabía yo
que esperaba el Doctor que hiciera?
Mientras trataba de recodar más o menos la melodía, pensé; “Y luego me acusan a mí de Satanista, joder!”.
Mientras trataba de recodar más o menos la melodía, pensé; “Y luego me acusan a mí de Satanista, joder!”.
Mi
voz resonó en aquel inmenso Recinto, “In Nomine Rex Nostrum…” –comencé
con la más trillada frase- y entoné aquel canto, por tres veces (el cual
mantendré en reserva en esta ocasión), supe que había logrado mi
objetivo al notar que la mirada delirante del Doctor había venido
increscendo; aquello era para mí, sólo un juego de sugestión. He allí
los “Arcana Arcanórum” del Doctor, he allí su Masonería institucional
patentada por el Gran Oriente de Francia, nada cercano a los Secretos
preservados en Nápoles, nada cercano a los Ritos Masónicos Regulaes.
Nada parecido a algo coherente.
Entre
las destacables luminarias negras se profanó la hostia (en lo cual no
tomé parte) y se bebió un vino de buena calidad del cáliz. Siguiendo un
protocolo muy propio de la Church of Satan de LaVey, pero que, según el
Doctor, había aprendido en sus supuestos viajes por Alemania, en su
juventud.
Enunció entonces palabras que, de acuerdo a su juicio vendrían a ser solemnes:
-Delante
de mi madre Lilith y el mismo Diablo, hacemos Pacto Solemne y duradero
entre nuestras Órdenes, y como Hermanos en el Viejo Arte de la Brujería,
aquel que lo profane, maldito sea!!!
El
Silencio reinó por todo el Recinto. El Doctor nos participó de ciertas
imposiciones de manos, según las cuales nos confería sus saberes
arcanos. Y ya totalmente absorto, volvió a cada cuadrante. Cuando la
espuma comenzó a salir de su boca, y era evidente que se estaba
babeando, me invitaron amablemente a dejar la Sala.
Volví
al Hotel con un retrogusto amargo, pero con una gran tranquilidad de
conciencia, lo que uno jura ante algo que no existe, o uno no cree, es per se inválido.
Por
varias razones preferí guardar silencio (hasta ahora) sobre aquellos
episodios, después de todo, cada quien cree en lo que desea (on en lo
que puede). Eran realmente dignos de Umberto Eco o Arturo Pérez-Reverte.
Creía realmente el Doctor en aquel Circo de pacotilla? Era solamente
una puesta en escena para intentar impresionarme? Reí a carcajadas en mi
habitación de hotel al recordar la frase “-Desayuno a diario con
Lucifer.” Mierda! Que banda de locos.
Ya en mi casa, me tomé algunas semanas. Alcanzada la tercera o cuarta insistencia por parte del Doctor, a través de Whatsapp, sobre mi viaje y sus iniciaciones en la Regla Konga, me remití a dejarle un mensaje -en un horario en el que me constaba, no estaría en línea-:
“Serenísimo, lamento comunicarte que, hace pocos días sufrí un surmenage. Me encuentro bajo tratamiento con las siguientes drogas: ********, *******, y especialmente *******. Deberé suspender toda ausencia del país, hasta nuevo aviso. Te saludo Fraternalmente.”
Siempre es valioso tener un amigo Doctor en Medicina… Y sí, mea culpa, inventé la historia entera, esperé los momentos necesarios para que fuera convincente. Sólo quería desligarme de toda aquella insalubre manipulación.
Un par de días después su respuesta:
“Querido Hermano, la medicación que te administran es altamente peligrosa. Cuando desees saber mi opinión al respecto, aquí estaré. Mi recomendación es que discontinúes dicho tratamiento. ”
Pocos meses después, el comentario que hizo correr a través de mensajes privados por Facebook y Whatsapp fue: “Nuestro Hermano de Uruguay ha enloquecido debido al mal uso de la Magia y el Arte de nuestro Oficio. Allí tenéis como ejemplo lo que sucede cuando no se manejan adecuadamente las cosas. Os recomiendo especialmente que vuestras Grandes Logias y Grandes Orientes, rompan relaciones con él. Nunca sabemos que se puede esperar de un demente. Favor de hacerlo a la brevedad.”
Repentinamente recordé un diálogo que mantuvimos, mientras tomábamos un café en Lima: “Ante cualquiera de mis aseveraciones en la internet, mi recurso es siempre el mismo, ‘Mi Facebook fue hackeado, jamás escribiría algo así de ti Querido Hermano´, le pago un pasaje a Lima al ofendido y asunto arreglado, cuento con su incondicionalidad nuevamente.”
Si
Lilith y Lucifer le hablaran al Doctor… sabría que jamás tuve un
surmenage. Siempre le estaré agradecido porque salí del perverso ruedo,
del que nada enriquecedor se recibe. Obviamente, aquellos que le temen, o
que le consideran una buena alianza, obedecieron cabalmente, y
llovieron rupturas de Tratados Masónicos “por motivos resevados”, y así
gané mi preciada Libertad.
El
Doctor sigue allí, esclavo de sus mentiras y mitologías absurdas, cada
vez con menos memoria, algún que otro achaque de salud, esperando la
hora en que Lilith le venga a buscar.
Siempre tendré en cuenta que la superstición trae mala suerte… Póker de Ases!!!
(c) Fabio Cruz - Safe Creative 1809098318818 Prohibida su reproducción total o parcial.
El presente relato está basado en hechos reales, vivencidos por el Autor.
El presente relato está basado en hechos reales, vivencidos por el Autor.